martes, 4 de mayo de 2010

noche

A veces cuando las noches son densas, se presiente un sopor que anula las esperanzas a que amanezca. El cansancio es tal que es dificil callar las voces de la cabeza, todo es pesadez, en esas noches sueño que estoy en medio del vacío. Calles saturadas de desperdicios, ríos de jugos de persona, tacos, el tono agridulce de los cláxones mezclados con las plegarias de mujeres mendigas. Hay muchas mujeres pobres y descalzas, las sigo, estoy dormida, también puedo sentir la niebla, lluvia que viene a la ciudad de méxico. Las he seguido demasiado, no pensé que me perdería, que iba a volverme débil y a dejar mis zapatos afuera de un vagón, porque todas debemos ir iguales. todas iguales, de pronto tengo un niño en los brazos, tengo frío. Se siente bien tocar el piso del vagón descalza, está tibio, sé que todos me miran, pero es normal. siempre todos se miran de todas formas. Tengo hambre, mi hijo tiene hambre, si consigo algo de dinero espero que mi tío me deje unas monedas, le compraré un taco. Iremos al puente, dormiré; cuando duermo es como si no tuviera que comer. El día se acaba sin que existan problemas. Mi mamá vivía en el campo, cuando llegamos a la ciudad no aguantó el invierno ni la lluvia. Murió pronto, a los 34 años. Nos dejó a mis hermanos y a mi. Desde entonces tratamos de susbsistir. ellos están lejos. No volveré a verlos. Los abuelos no pasaron por ésto, vivían tranquilos en su ranchito, hasta que un hombre malo nos acusó por no sé qué delito, nos quitaron la tierra, la casa, las cosechas. no tendré nada que enseñarle a mi hijo. Morirá jóven, quizá adolescente víctima del mundo de la calle. Al menos no fue niña. a las niñas nos enseñan pronto el infierno, cuando tenía trece años me lo enseñaron. Pero tuve a mi hijo, y al menos no me lo quitaron.  No sé qué es la vida. A veces me parece que toda mi vida es éste vagón del metro, que el río corre en la oscuridad, que la lluvia nos baña los dolores, el sol nos seca la memoria del día anterior. Pero éste viaje eterno me alimenta. Cada vagón es la promesa, sólo eso, un día quizá el conductor del tren se acuerde de mi cara, sepa que voy adentro, y me lleve lejos con sus máquinas, y me ayude a correr lejos del padre de mi hijo. Por eso digo que la vida es éste tren, es la promesa.
Ya no siento las manos, el río de gente me lleva a otra estación, otra oscura, no veo nada, no siento frío en los pies, no siento estar cargando a mi hijo. Voy hacia otra parte, llevo zapatos, unos zapatos rojos, escucho el sonido de mis pasos subiendo unas escaleras. Muchas veces en una noche, subir y bajar escaleras, cerrar y abrir puertas, ponerme y quitarme la ropa. Ahora me dan dinero en la madrugada. Sé hacer cosas que nadie me enseñó a hacer. Poco a poco, la incertidumbre me fue trayendo hasta la cama y la vida me trajo muchos hombres. no tengo nada. Tengo la noche que viene, y la que sigue y la que sigue, y en cada una de ellas, quizá pueda despertar. Pero no hoy. Sigo dormida. Las sábanas son oscuras, mi cuerpo está cansado. No sé si sea cierto eso que me dijo un cliente un día; que todos los que dormimos algún día despertamos. no sé si sea cierto. Podía ser una mentira. Tampoco sabemos ya quienes estamos dormidos ni cuantos de nosotros vamos a salir de aquí.

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