Nadie era ella.
Un niño, al hallarme sumido en un trance desconcertante, se para delante de mí y se queda ahí alzando su cabeza lo más que puede, al estar delante de él, me pega con brusca dulzura, pega en la tela de mi pantalón un corazón tan diminuto como las uñas de mi mano, "NO ME OLVIDES", como tengo demasiada prisa, olvidé darle una moneda por su amable gesto, olvidé devolverle el corazón que parece una escama cursi, hasta olvidé a quién estaba buscando. Me paralicé por la repentina incertidumbre, el niño me alcanza con una sonrisa herida, me disculpo invitándolo a unos tacos.
En el puesto que seleccioné estaba la presunta madre de la chica de los ojos profundos, o buscarla sin tregua me hizo perder bastante tiempo, sin darme cuenta han pasado tantos años, ella no es su madre sino la misma chica, por fin, sin buscar la encontré. ¿Vagamos para encontrar sueños que sobreviven al abandono? Vagar es dejar atrás la resignación, vagar es seguir adelante, existir sólo con los pies, sentir las historias en el suelo, absorberlas mientras mis pasos dibujan otras huellas invisibles.
Vagar es estar con ella.
Vaga sonrisa, un desafío, vagar con ella para extenderle su sonrisa. Descansar afuera de un local cerrado o en la banqueta, mientras ella duerma, estiraré su cutis para confirmar si es ella. Examiné sus rasgos ásperos con el espíritu riguroso de un científico escéptico, que comprueba por milésima la ecuación, despejando la variante de las arrugas que extermino separando la punta de mis dedos.
Es ella, claro que es ella.
La profundidad de sus ojos es aún más profunda. Es imposible asegurar que es ella, no me atrevo a explorar su interior, me preocupa jamás regresar, hundirme en su alma trotamundos, su falta de fondo me hará olvidar de mi mundo cómodo, materialista. Son tantas cosas que pueblan en su cabeza, tantas calles, tantos laberintos, son tantos los pasos por dar, aquí, dentro de sus vasos sanguíneos, el hambre circula delicioso, no hay motivos para detenerse, aún queda el impulso de transformar mis pies en polvo desgastado.
Camino regando polvo, otro vagabundo respira mis recuerdos mientras duerme.
Aquel vagabundo pretende encontrarme para decirme que regrese a casa, que mis hijos se sienten huérfanos se casaron, que no deje huérfanos a mis nietos por obligar a sus padres a buscarme. Una familia nómada no persigue antepasados que extravían su cabeza al dar sus primeros pasos. Ellos no tienen porqué zozobrar por la ciudad hasta dar con la abismal mirada de la chica de ojos profundos. Tan profundos que el mundo resulta ser más pequeño que la piedrita atorada en un zapato saturado de orificios, de recuerdos sin importancia, de tierra lejana.
La mugre es la mejor compañera, no permite que una mosca se aventure a perturbar el sueño de un vagabundo. La mugre es la mejor compañera, resguarda del frío. Cede los derechos de soñar con viejos tiempos, esos tiempos de inmovilidad. La mugre justifica el movimiento perpetuo, el sueño justifica la inmovilidad temporal.
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